Monitoreo y accionar regenerativo por la gestión de los recursos naturales del Nea
Objetivo General
Aportar herramientas y fortalecer las capacidades para gestionar los recursos naturales del NEA.
Resumen Ejecutivo
La degradación de las tierras es un problema mundial. La expansión de la frontera agropecuaria a regiones extrapampeanas supone un riego para la sustentabilidad de los sistemas agropecuarios y forestales, por lo tanto, es imprescindible el monitoreo de los impactos naturales y antrópicos sobre los recursos naturales. A esto, se adicionan los efectos del cambio climático. La región NEA comprende las provincias de Misiones, Corrientes, Chaco y Formosa, las cuales presentan condiciones agroecológicas diferentes, sin embargo, manifiestan problemas y oportunidades similares, que pueden ser abordados en conjunto, por sus condiciones de fragilidad ambiental. El uso inadecuado de los recursos implica impactos negativos. Es por ello que a los fines de la planificación y ordenamiento del territorio es necesario contar con información en relación a los requerimientos de las diferentes actividades productivas y contrastarlas con la disponibilidad de las mismas en los diferentes ambientes. El Proyecto busca aportar herramientas y fortalecer las capacidades para gestionar los recursos naturales del NEA, usando tecnologías de teledetección y sistemas de información geográfica, modelos de simulación, TICs y muestreos con validación en terreno, mediante el abordaje de: - la degradación de tierras, la pérdida de biodiversidad y los procesos de desertificación, generando conocimientos y estrategias tecnológicas para su mitigación y prevención, poniendo a disposición herramientas para el ordenamiento territorial, evaluando prácticas de manejo para diferentes situaciones y monitoreando la contaminación del suelo y el agua, - el acceso, captación y conducción de agua para la producción agropecuaria y consumo humano, ante un escenario climático altamente variable y generar información específica sobre humedales y prácticas de manejo que los afecta y de otras fuentes de agua, - promover estrategias científicas, técnicas, y de gestión para la adaptación y fortalecimiento de la resiliencia ante la variabilidad y los extremos climáticos que generan riesgos y emergencias permanentes, - y fortalecer las capacidades de los actores territoriales con la generación de nuevos conocimientos respecto a la gestión de los recursos naturales. Se espera generar información científica y tecnológica con base cartográfica de suelos, vegetación, recursos hídricos, riesgos y emergencias, el impacto de los sistemas productivos y la variabilidad climática, disponible para los actores territoriales a través de aplicaciones digitales, redes de monitoreo, protocolos y múltiples canales de divulgación. Los productos generados serán herramientas y medios para el monitoreo y el accionar regenerativo por la gestión de los recursos naturales del NEA.
Descripción de Problemas y Oportunidades
El gran desafío que enfrenta la agricultura del mundo y de la Argentina es romper la asociación entre producción y degradación ambiental, planificando los agroecosistemas de manera tal de satisfacer las futuras demandas de productos de la agricultura y reducir paralelamente el impacto ambiental de la actividad, asegurando la provisión de servicios ecosistémicos y beneficios socioeconómicos esenciales para la sociedad (Andrade et al., 2017; Casas y Damiano, 2019). Nuestro país tiene una gran responsabilidad, en la futura seguridad alimentaria por ser uno de los países con mayores potenciales para la producción de alimentos. Sin embargo, a los beneficios producidos por la intensificación y expansión de la agricultura en las últimas décadas tuvieron impactos significativos sobre el ambiente. Entre estas externalidades negativas se destacan la degradación de los suelos, la deforestación, la contaminación del agua y el suelo con agroquímicos, la pérdida de biodiversidad, las emisiones de gases de efecto invernadero y el agotamiento de los acuíferos (Andrade, 2016, 2017; Rockstrom et al., 2009). Los cambios en el uso del suelo por la expansión de la frontera agropecuaria generaron la degradación de bosques nativos (Montenegro et al., 2005), pastizales (Paruelo et al., 2005) y ecosistemas acuáticos (Quirós et al., 2006; Benzaquen et al., 2017). La relevancia de la degradación de los suelos y la desertificación condujo a que en el marco de la agenda 2030 de la ONU, en relación al ecosistema terrestre, los dirigentes mundiales se comprometieron a “luchar contra la desertificación, rehabilitar las tierras y los suelos degradados, incluidas las tierras afectadas por la desertificación, la sequía y las inundaciones, y procurar lograr un mundo con efecto neutro en la degradación de los suelos para 2030”. En este contexto, la Argentina luego de un proceso participativo a nivel interinstitucional e intersectorial abarcando todas las regiones del país, se comprometió a llevar adelante los tres indicadores del conjunto mínimo propuesto por la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación para monitorear el progreso hacia la Neutralidad de la Degradación de las Tierras, siendo los mismos, el cambio en la cobertura del suelo, la tendencia de la productividad de la tierra y el nivel de las reservas de carbono en la superficie y en el suelo (UNCCD, 2018). Por otra parte, la disponibilidad de agua en cantidad, calidad y oportunidad se encuentra afectada por diversas actividades antrópicas. La contaminación del agua por el uso de agroquímicos (Ronco et al., 2016), los efluentes rurales, urbanos e industriales sin tratamiento (Abraham et al., 2018), entre otros, devastaron fuentes. Simultáneamente, las alteraciones del régimen hidrológico a causa de instalación de infraestructura como presas, rectificaciones de meandros, construcción de caminos, terraplenes y canales que impactaron los corredores ecológicos, en la biodiversidad y en el funcionamiento de los sistemas relacionados con el agua (Baigún y Oldani, 2005; López et al., 2013). En cuanto a los humedales, las presiones que sufren se relacionan con cambios en el uso del suelo (urbanización, deforestación, rellenos, etc.), alteraciones en la dinámica del agua (por extracción, intercepción, desvíos, etc.), extracciones (pesca, maderas, pasturas, etc.), contaminación (agrícola, industrial y doméstica), introducción de especies exóticas invasoras y el cambio climático (MAyDS, 2021). Asimismo, en el norte del país continuaron llevándose a cabo desmontes, una actividad que pone en riesgo a los recursos naturales, ya que retira la cobertura vegetal que los protege. Además, este tipo de práctica lleva a la migración de las poblaciones y comunidades locales. (Benzaquen et al., 2017). El uso de la tierra y el agua para fines agrícolas, si bien no alcanzó su máxima productividad se está ralentizando, con señales claras de agotamiento de la capacidad productiva de los recursos y se están provocando daños ambientales. La adopción de prácticas de producción a escala que sean más responsables desde el punto de vista ambiental y climáticamente inteligentes, puede invertir las tendencias en cuanto al deterioro del ambiente y promover un crecimiento inclusivo. Por otra parte, es fundamental lograr una colaboración significativa con los actores principales que participan en la gestión de los suelos y la conservación del agua en los territorios agrícolas (FAO, 2021).