Dinámica y prospectiva de las tensiones territoriales
Objetivo General
Contribuir en los procesos de toma de decisiones de los actores sociales, en el diseño de políticas públicas y en la gestión sostenible del territorio para el abordaje de las tensiones socio-ambientales que afectan el desarrollo de los sistemas agroalimentarios y agrobioindustriales (SAB).
Resumen Ejecutivo
El INTA, a partir de sus carteras de proyectos 2009, 2013 y 2019, ha trabajado en el análisis de las complejidades y transformaciones territoriales. Sin embargo, el trabajo estuvo enfocado principalmente en la generación de información y conocimiento de estas dinámicas, y en menor medida en la capacidad de incidencia de la institución y los actores territoriales para configurar un territorio sostenible en el mediano y largo plazo. En esta nueva cartera de proyectos se presenta la oportunidad para INTA de dar un paso adelante para capitalizar el conocimiento e información generado hasta ahora para incidir con mayor profundidad en la búsqueda de alternativas concretas a las tensiones territoriales que afectan al SAB a partir de la participación y la prospectiva. El presente Proyecto estructural “Dinámica y prospectiva de las tensiones territoriales” tiene como finalidad: Contribuir en los procesos de toma de decisiones de los actores sociales, en el diseño de políticas públicas y en la gestión sostenible del territorio para el abordaje de las tensiones que afectan el desarrollo de los sistemas agroalimentarios y agrobioindustriales (SAB). El proyecto pretende abordar las tensiones territoriales derivadas de cambios sociales, tecnológicos, económicos y ambientales que amenazan la sustentabilidad de los SAB., estas son: la competencia con otras actividades productivas por el uso de recursos naturales; el uso inadecuado de agroquímicos en entornos urbanos; la vulnerabilidad de la estructura productiva del sector agropecuario (simplificación y homogeneización) por desplazamiento de la producción extensiva sobre la intensiva y expansión de cultivos y modelos productivos pampeanos a zonas no aptas; la degradación ambiental debido a prácticas; el debilitamiento de cinturones verdes fruti-hortícolas y pérdida de suelos agrícolas; los conflictos por el acceso, uso y gestión a recursos productivos por parte de la agricultura familiar, campesina e indígena. Entre los resultados esperados se encuentran: lineamientos, pautas y criterios disponibles para comprender e incidir sobre las tensiones territoriales de los sistemas agroalimentarios y agrobioindustriales de territorios vulnerables incluyendo los sujetos sociales; plataforma de gestión de conocimiento disponible y de acceso público; plan de Comunicación Estratégica; actores sociales fortalecidos para los procesos de toma de decisiones; RRHH de INTA, capacitados y fortalecidos, trabajando en red; y articulaciones y acuerdos y redes multiactorales consolidadas y/o institucionalizadas. En términos de la estrategia y la organización que permita llevar a cabo esta acción, se requiere un Equipo de Gestión altamente cohesionado y fuertes articulaciones hacia dentro de INTA y con aliados estratégicos del ecosistema de I+D+I nacional, así como aliados y beneficiarios de los resultados del proyecto al sector público, y organizaciones del sector empresarial, productivo, y la sociedad civil.
Descripción de Problemas y Oportunidades
La emergencia creciente de desafíos de magnitud global, tales como los efectos del cambio climático, la seguridad alimentaria, la sobre-urbanización en combinación con los recurrentes desajustes financieros, el acelerado cambio tecnológico, las crisis de las democracias representativas y la globalización con todos sus componentes empujan a revisar de manera crítica e innovadora las perspectivas convencionales de pensar, conocer y construir el territorio y sus tensiones (Farinós Dasi, 2016; Benabent Fernández de Córdoba, 2014; Reimer, 2013; Albrechts, 2010; Friedmann, 2005). Las transformaciones productivas y territoriales ocurridas en el agro latinoamericano y argentino desde finales del siglo XX han dado lugar a crecientes disputas en torno al acceso, uso y gestión de los bienes de la naturaleza (Soverna, 2021; Sarandón, 2020; Schmidt, 2017; Mioni, Godoy Garraza y Alcoba, 2013; Manzanal y Arzeno, 2011; Morello y Rodríguez, 2009; Paruelo et al, 2009). El territorio es un espacio producido, apropiado y vivido por grupos sociales y, por lo tanto, definido y delimitado por y a partir de relaciones de poder que dan lugar a la existencia de múltiples territorialidades en disputa entre el Estado, productores agropecuarios, empresas, pueblos originarios, ONGs, etc. (Sánchez Macchioli, 2020; Schmidt, 2017; Kollman, 2011; Lopes de Souza, 1995). Incidir positivamente sobre las tensiones territoriales constituye un proceso activo y permanente de construcción, reconstrucción y disputas en torno a la gobernanza territorial de los conflictos socio-ambientales y a las políticas públicas diseñadas para su abordaje y para garantizar derechos en el marco de los ODS. De acuerdo con Farinós Dasi (2016) el reto pasa por superar los modelos racionales rígidos de tipo comprehensivos (de carácter netamente tecnocrático basado en certezas absolutas) que hacen foco solamente en el “qué” se debe hacer, hacia modelos superadores, que profundicen sobre el “cómo” se puede aumentar la eficiencia (en un contexto de incertidumbre) de la gestión socio territorial. En tal sentido, existen diversas definiciones de políticas públicas. Salazar (2008) las define como “el conjunto de las sucesivas respuestas del Estado frente a situaciones consideradas socialmente como problemáticas”. Muller (2000) por su parte considera a las políticas públicas como “el lugar donde una sociedad dada construye su relación con el mundo”. Desde esta mirada, las políticas públicas son una construcción social, es decir que su producción es un proceso de elaboración de respuestas políticas a situaciones objetivas de la realidad interpretadas como tensiones, problemas o conflictos por un grupo de actores, en un momento y lugar determinado. Por su parte, Reimer (2013), identifica cuatro dimensiones hacia donde se profundizan los cambios en la gestión actual de tensiones territoriales. Los cuatro puntos señalados por el autor son: 1) Relaciones cambiantes entre grupos de interés. Cambio de las relaciones tradicionales entre actores públicos, privados y los ciudadanos en general. Nuevas relaciones de gobernanza en red y nuevas estructuras fragmentadas para la toma de decisiones a nivel territorial. 2) Sistemas innovadores de gestión territorial. Cambio en los tradicionales sistemas institucionales basados únicamente en marcos legales, administrativos, instrumentos formales, viejas prácticas y rutinas, que presentan serias limitaciones ante nuevos desafíos que requieren altas dosis de innovación y velocidad para actuar. 3) Nuevas escalas de planificación. Redefinición de las responsabilidades territoriales urbanas hacia contextos regionales, que requieren el entramado de nuevas alianzas y redes funcionales que permitan articular a la ciudad con su entorno. 4) Alcance de la gestión territorial. Redefinición del alcance tradicional basado en el conocimiento técnico y la lógica lineal, hacia la noción de proceso iterativo donde los conflictos territoriales no se resuelven de una vez y para siempre, sino que requieren una constante reformulación. Al ser un proceso dinámico de construcción y transformación permanente, las tensiones se agudizan aún más cuando emergen nuevos territorios en los mismos espacios geográficos (multiterritorialidad). Estos procesos se dan con mayor frecuencia e intensidad cuando la construcción y apropiación del territorio supone relaciones inter – étnicas, con pautas productivas, culturales y simbólicas, confrontadas entre sí.